Maduro: el principio del fin
Durante muchos años, las guerrillas comunistas de Colombia se burlaron de los gobernantes montando el show de los diálogos de paz, logrando que amarraran la fuerza pública mientras ellos se fortalecían y se acomodaban en las regiones que controlaban.
Esto sucedía con cada presidente que llegaba, que en su afán de ganar resonancia internacional terminaba sentado con ellos, tragándose unos sapos, como los que ha tenido que tragar su camarada Gustavo Petro: aceptó el secuestro como instrumento de financiación del ELN y el secuestro de la fuerza pública por parte de una comunidad infiltrada y dirigida por las FARC o las disidencias.
Esto generó tanto poder en los rebeldes que terminaron renunciando a su ideología y se convirtieron en los grandes comercializadores de drogas.
Nicolás Maduro, dictador comunista venezolano, hizo alianza con estos carteles colombianos; los protegía en Venezuela, donde sus líderes vivían como reyes, mientras él montaba la distribución más grande de cocaína de la historia, superando a Pablo Escobar y al Chapo Guzmán. De esa forma obtenía recursos suficientes para atender el pago de los 3.000 generales de su ejército, que antes obtenía de su decaída empresa de petróleo PDVSA, compañía que convirtió en una distribuidora de alimentos y cuya producción bajó más del 50%.
Gabino y Antonio García, jefes del ELN, que llevan años dirigiendo ese ejército de matones y con una vasta experiencia en tomarle el pelo a los presidentes colombianos —se han sentado con los últimos ocho a dialogar de paz—, asesoraron a Maduro para que hiciera lo mismo con los mandatarios norteamericanos. Le funcionó con Biden pero no con Trump, y hoy tiene frente a las costas de Venezuela a los marines norteamericanos. Se le cayó la careta de dictador y apareció su verdadero rostro: jefe del Cartel de los Soles.
El gobierno americano ya le puso una lápida al ofrecer por su cabeza 50 millones de dólares. Lo volvió atractivo, incluso para sus propios generales, cuyo único ejercicio es levantar el brazo para llevarse un vaso de whisky a la boca. Si han sido fieles a Nicolás por plata, por cincuenta millones de dólares la fidelidad desaparecerá, y ellos mismos lo entregarán. Ese es el gran temor de Maduro.
Tanto los rusos como los chinos conocen ya las pruebas aportadas por el “Pollo” Carvajal y por el hijo del Chapo, lo que indica que no intervendrán.
Solo le queda Cuba y Nicaragua. Petro tiene más líos que él, la presidenta mexicana ya pidió pruebas al gobierno americano y muy seguramente las va a recibir, lo que la neutraliza. Evo Morales acaba de recibir una paliza electoral de la derecha el pasado domingo, tal como sucedió con Cristina Kirchner en Argentina y con Rafael Correa en Ecuador.
Es decir, Maduro se quedó solo.